viernes, 25 de diciembre de 2009

NO TODA SOMBRA ALUMBRA (Jeremías Marquines)


Antes que comenzara la lectura en librería la palabreta, mire a un hombre sentado, casi enfrente de la mencionada librería, y se miraba mas solo de lo que estaba. Hay hombres que tienen más de una soledad encima.
Después de la lectura que compartí con Lina de Feria y otros poetas nos dirigimos a un bar cercano, donde el cielo de esa noche mexicana nos refrescaba de cervezas y de palabras.

Cuando todos se despedían y no nos quedaba mas que tomar rumbo a nuestro hotel, un tipo me dijo que nos quedáramos tomando, que el se haría responsable de nosotros esa noche y nos dirigimos a su apartamento. Ese tipo era el mismo que estaba sentado fuera de la palabreta y le pregunte su nombre…
-Me llamo Jeremías… Jeremías Marquines-.

Después de Pasar esa noche en su apartamento hablando de poesía y de aberraciones, de poesía y de muertes, de poesía y de prostitucíon, de poesía y estupidos egos, y de burdeles, de drogas, de perversiones, y ya habíamos olvidado la poesía, todos caímos en el insomnio de la locura y al abrir los ojos la noche estaba sobre nosotros cuando ya la teníamos dentro.

La última vez que lo mire, fue en la casa del poeta Lopez Velarde y luego lo demás es historia.

Al siguiente día la curiosidad me dio por saber quien era, pues la impresión que me dejo fue la de un hombre que parece que hiciera los libros con su propia piel, pero no con su propia alma. Y me di cuenta que Jeremías era un tipo muy respetado en el país, que tenia tantos premios que muchos nunca alcanzarían y que si salía a encuentros o lecturas de poesía, no era mas que para llevar a alguna mujer, que leyera sus versos, y por eso recalco; que me parecía un tipo que hacía sus libros con su piel. (Luego de leer Duros pensamientos zarpan al anochecer en barcos de hierro me di cuenta que estaba equivocado)

Jeremías Marquines es uno de esos tipos que ha vivido tanto y tan poco que a veces es inconcebible pensarlo de tan solo cuarenta y un años. Cuando hablábamos aquella noche, parecía que la palabra se le había entregado con un instructivo de uso al que se le había negado a muchos humanos, y fue cuando habló de su vida, y de las selvas oscuras que había pasado y de las selvas que construía en las cuales se perderían muchos y sin importarle lo demás, yo le escuchaba como quien escucha un misterio de muerte. Después todo cambio y parecía que la palabra se le había desbaratado y que tenia que pegarla con lagrimas y fue cuando hablo de su madre, de su muerte y del tiempo que siempre será enemigo de todo hombre.

Sin mas les dejo con alguno de sus trabajos, y piensen lo que piensen, ahórrenselo, a él no le importa.






I

Detrás de lo escondido están los que se pierden,
el hueserío de la tarde que nadie identifica,
las madres como un domingo enfermo.
Afuera es domingo y parece que también se pierde
lo que grito,
parece canturrear la desmemoria,
parecen tumbos dando de dolor los días,
parece pues que sigue el luto humano,
el puro renguear del ojo en las cenizas,
el puro ver las sombras del que está perdido.
Parece domingo y ahora estoy supiendo cosas,
ruidos harto dichos, caminanzas como la del tigre
que sólo en los pechos rumia, así parece.
afuera están los que se pierden.
Y parece domingo, lo sé
por el olor a muertos que aternece.



II


-Anda vámonos al diablo- me dijo.
Arriba de nosotros estaba lo eterno colgando como
un triste sueño.
-Reconozco que los pájaros nos llevan ventaja
pero ellos cavan más rápido sus tumbas y nadie
les pregunta si el dolor tiene la forma benévola
de un beso.
-No lo mires -me dijo- siempre eluden el amor
de la memoria.
-Yo no le hice caso y seguí mirando a los pájaros
como cuando me llamaban vivo.
Los pájaros que desarman mi esqueleto como
se desarma el silencio en el fondo de un pozo.
Los pájaros –sus presencias tímidas- que se amoldan
a mi alma perdidiza como a un vaso de agua.
Los pájaros que traen todos los regresos
en sus alas rotas.
-Porque el mar andaba sin recuerdos
como un beso infantil que se da eterno.
Eso dijo, pero yo estaba de este lado del silencio
donde asomaba desangrando el rostro de lo amargo;
sus orillas siempre llenas de presagios sin cuerpo;
sus ojos amarillos como una canción de despedida.
Sus ojos donde se pierde lo escondido.-(
Y tiene el silencio también no me preguntes.
Tiene un árbol en el centro oscuro del olvido,
un pájaro de frío desclavando espejos: tiene
un mar que recuerdo haber visto
levantándome la carne.
Tiene el olvido pues, sus alas rotas.
Sus dedos mojados en un agua amarga;
su corazón que arroja piedras a la infancia,
sus hierros desnudos del insomnio,
sus criaturas tortuosas que consumen en el acto
las palabras.
Ay, las pobrecillas palabras
Ay, que no saben nada