miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL FUTURO ES LA SOMBRA DEL PRESENTE

Desde que la vimos, ambos tuvimos la intención de robarla, pero los guardias del lugar pasaban muy a menudo frente a nuestra mesa.
–Métela dentro de las revistas que dan gratis, así no notarán que la llevas.
–No, aquí hay cámaras, mejor dejémosla, y otro día, si el destino quiere, será nuestra.
Resignados, volvimos a ver las pinturas y fotografías de la revista, y el artículo de ocho páginas del poeta de Orihuela, al que mataron quizá por ser el mejor y el más noble de su generación.
–Vamos afuera. –dijo, enseñándome un cigarrillo. Lo seguí y después de darle la primera aspiración -le dije:
– Esa mierda me la llevo hoy, los guardias son unos pendejos, ni siquiera van a sospecharlo.
– Vos sabrás, si te agarran no te dejarán entrar de nuevo.
–Si me agarran, les digo que pensé que venía en el paquete de revistas gratis.
-No son pendejos
– Si no son pendejos esta revista hoy se queda aquí.
Entramos y comenzó nuestra plática sobre el premio de Poesía que se daría dentro de unos días.
-Voy a comprar veinte cajas de Imperial, o mejor veinticinco, cinco de Salva vida y cinco de Port Royal. cuatro botellas de Jack Daniel´s, ocho de Flor de caña, cinco de brandy, cinco de Absolut, siete de Coñag, tres de Cointreaue, y un Don perignon. Vamos a celebrar pendejos, porque son cinco mil dólares los que me darán.
Se sonrieron, dibujando con su rostro una ironía como cuando uno desvaría, y sí que desvariaba, sin duda. Me imaginé, en fracciones de segundo, todo lo que haría con ese dinero, los litros de alcohol, las prostitutas, los libros, mi cámara profesional. Mi viaje por la Habana…
-Señor ¿Es suya esa foto?
-Sí, la tomé en mis vacaciones,
-Hermosas mujeres, buen contraste de luz, un encuadre implacable…
-Son mujeres del prostíbulo que renté para mí solo, por una semana completa, en la Habana. Es que me gané un premio, imagínese usted, y hay que aprovechar.
-Esta fotografía es realmente asombrosa, se nota que es usted un gran fotógrafo
-Gracias, pero se equivoca, es la cámara, ella sola hace el trabajo, yo solo disparo y la fotografía parece que tomara vida propia. Si quiere pruebe. Miré ese pobre perro muerto
- Lo veo
-Acérquese y tómele la foto y verá usted…
Cuando regresa y mirá, es un hermoso san Bernardo, con un barrilito lleno de ginebra, sin duda alguna, un hermoso perro. -Ve lo que le digo, es la cámara.

Mis amigos se levantan de la mesa, yo me levanto del sueño de la Habana y de la cámara, me siguen viendo con la sonrisa esa. También sonrío, también se reírme de mi mismo.

Salimos rumbo al Centro, queríamos pasar dejando a María por el punto de taxis. Era una tarde tranquila, hasta los carros sonaban menos, la gente se miraba más amable, el humo no dañaba nuestros pulmones, el viento se hacía sentir como una caricia que excitaba nuestras ganas de vivir. Uno sabe que al caminar por el Centro hay muchos bares, y cada vez que pasábamos por uno, Darwin me miraba y yo miraba a María, y fue así unas tres o cuatro veces hasta que él le dijo:
-María, me voy a quedar con Lud en Paradiso
-Está bien, yo te hablo cuando llegue y el viernes que regrese te veo.
-Dale… me hablás.

Nos despedimos de ella, y cruzamos la calle para entrar a Turicentro, Paradiso era muy caro para nuestros bajísimos ingresos. Nos sentimos tranquilos, más relajados, como si el lugar sirviese para dejar ahí las pesadas cargas que traíamos desde que nacimos.
-Dos “kawamas”
Y trajeron las dos hermosas botellas, que día tras día eran consumidas en nuestras sedientas y alcohólicas mandíbulas, en nuestras sedientas ganas de perder la razón.
Darwin tomó la cerveza con mucha rapidez, como si participara en una maratón de cervezas
-Pero qué sed viejo. Tomás como que fuera la última cerveza.
-¿Qué hace la gente todo el día Lud? ¿No se levanta todos los días para perder el tiempo? A mi no me gusta perder el tiempo, y si lo he perdido espero que ya no sea así.
Pidió otras dos, y tomó la suya con la misma velocidad. Yo todavía tenía la mitad, no podía acelerar el ritmo porque no tenía dinero para comprar otra.
-¿Cómo te fue en Nicaragua? –Le pregunté
-Muy bien, demasiado bien. Aprendí muchas cosas, pero entre estas una importante
-¿Y cuál fue?
-Primero contéstame algo ¿vos, por qué hacés arte
-Yo ¿Por qué hago arte? mmm…
-Contestáme, decime lo que pensás
-Bueno, hago arte porque soy artista. También porque me gusta. Creo que es la mejor forma de expresar mi punto de vista.
-Mierdas, puras mierdas… La mayoría hace arte por arrogancia, para ser conocidos, otros para ganar buena plata, y hay un montón de pendejos que no son artistas, pero se hacen llamar artistas para que no los miren como a alguien común. Muchos niños ricos que pueden pagarse cursos y cursos donde un diploma te dice que sos artista de tal mierda o de otra. Todo es pura mierda. Todo es por vanidad.

Me quedé callado. Él siguió con su discurso aniquilador en contra de la arrogancia y de la vanidad de los artistas y de la gran cantidad que no lo eran; pero que se hacen pasar por tales. Olvidó la cerveza por mucho tiempo, me dio una lista de artistas que si lo eran y otra que no. Me habló de obras que se presentaban en Europa y de obras que se presentaban en el MIN aplastó a la mayoría de artistas del país, a las obras del MIN, y comentó que lo mejor de estas era el coctel que se daba en ellas. Yo le daba la razón, él hablaba con mucha veracidad. Luego habló de su trabajo, de los muchos planes para el futuro, del cerro “Zipitero” de la tipa que creyó que él actuaba como un personaje de Chesterton, de lo bueno que sería si Schopenhauer estuviera vivo, para golpear a esta generación haciéndoles ver su estupidez y su ignorancia. Guardó silencio. Yo todavía permanecía callado. El silencio se prolongó. Nos miramos por unos segundos, tal vez los suficientes para razonar un poco, para razonar que nuestras cervezas estaban calentándose y que no podíamos seguir perdiendo tiempo. Las agarramos y las tomamos de un trago. Pidió dos más. Rompí el silencio y le dije;
-¿Sabés por qué hago arte? ¿Querés saber por qué putas hago arte? Lo hago por necesidad maje. Así como tengo necesidad de comer, de dormir, de coger, de cagar, así tengo necesidad de hacer arte, por una puta necesidad.
Una sonrisa se marcó en su rostro, me miró con la alegría con que se ve a alguien querido que no hemos visto en mucho tiempo.
-Esa es la respuesta que quería escuchar, esa es la repuesta…
Repetía con su sonrisa de hombre complacido

Todavía teníamos dos Kawamas, las tomamos y le dije que comprara otras. Ya no tenía dinero, pero no me quejaba, ya que el hecho de que me invitara era un suceso muy raro, cosas de esas que pasan cada cuantos años. Entonces abrí mi bolso, busqué entre los libros y una hermosa revista blanca salió de él, como por arte de magia.
-Sos un hijo de puta – Me dijo.
-Ves que los guardias son unos pendejos
Miramos de nuevo las fotos, las pinturas, el retrato de Miguel Hernández, y quedamos en que luego que yo la leyera él la leería. Pero nuestras cervezas terminaron y ya no teníamos dinero. Vendí la revista y nos tomamos dos más. Esa noche nos despedimos un poco ebrios
-Nos vemos mañana “compañebrio”
-Dale pues, buena onda haberte visto, gracias por las cervezas
-No le parés

Cada quien tomó su camino. La noche era inmensa y las estrellas invitaban a soñar con futuros brillantes. El clima no había cambiado, la brisa siempre incitaba los sentidos a vivir plenamente. El viento me susurraba al oído palabras de esperanza. Recordé los planes que Darwin me había contado para su futuro y lo miré como un gran artista, uno de esos verdaderamente grandes, de esos que no hacen arte por vanidad, de esos que no se vuelven arrogantes. Él no se volvería un pendejo arrogante. Él es sin duda de esos artistas que la humanidad necesita, de esos que solo pocas veces aparecen por estos lares. Llegué a mi casa y pensando en los planes del día siguiente. Caí con un sueño profundo.

Estaba profundamente dormido, por la mañana el teléfono me despertó de repente
Hola-
Respondí un poco atontado. Soñaba con la Habana, yo caminaba por esas calles, tomando las mejores fotos que se han tomado de esa ciudad y repentinamente un carro me atropelló por no fijarme donde estaba parado. Me levanté, no estaba herido, era un milagro, ¡pero mi cámara!… mi cámara estaba rota.
-Lud
-Sí, decime
-Lud… Mirá…
-¿Qué pasó Celia? Decime
-Lud… Darwin tuvo un accidente
-¿y?
-… Darwin esta muerto.



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