martes, 22 de octubre de 2013

Un lugar llamado Soledad

fotografía de Juan Rulfo


Me contaron que los hombres y mujeres que llegaban a Soledad eran innumerables. Era casi imposible describir el tráfico, el ruido, el calor, el olor a sudor acumulándose en todo el ambiente. Todos llegaban con el propósito de sacrificarse ante la gran estatua que permanecía en el centro de la ciudad. Todos llegaban, levantaban sus puñales y se sacaban el corazón en ofrecimiento. Se desangraban, se retorcían y el músculo palpitaba con más violencia mientras los cuerpos comenzaban a descomponerse. Un peregrino de los innumerables que llegaban a la ciudad, al estar parado frente a la estatua y listo para abrirse el pecho y hacer su sacrificio, resolvió en ese mismo instante, que al final no valdría la pena entregar el corazón a un monumento que no se inmutaba con tanto dolor a su alrededor. Guardó su puñal, se dio la vuelta para regresar a su camino y al estar parado en la salida de la ciudad, miró de nuevo hacia atrás. La estatua caía como empujada por un viento huracanado y al hacerse pedazos, los cuerpos podridos que se retorcían comenzaron a erguirse, y hombre y mujeres se estrechaban entre sus pechos y tomaban una parte de los pedazos que pertenecían a la gigantesca estatua, y se lo ponían al otro en ese mismo espacio en donde antes tenían el corazón. Entonces sintió vergüenza por haber intentado hacer un poco más grande la gigantesca estatua que muchos habían construido a costa de su propio dolor. Pero sonrió, porque sabía que entre más y más se abrazara esa masa que estaba en el centro de la ciudad, la ciudad misma desaparecería para siempre, entre el polvo de la alegre danza que ahora les embriagaba el corazón a los que caminaban de nuevo.

martes, 15 de octubre de 2013

NARRATIVA GUATEMALTECA ACTUAL



Ni hermosa ni maldita es el título con que se nombra a la última antología de narrativa actual guatemalteca, que salió el pasado año, bajo el sello de Alfaguara. El viaje por este libro es como abrir una ventana en el edificio más alto de la ciudad y poner un telescopio apuntando a diferentes lugares y a diferentes horas, para observar ese ámbito de tráfico y calles sucias, de travestis y discotecas, delincuencia y violaciones, de drogas y locos deambulando por ella, siendo los personajes, piezas que construyen la gran historia cotidiana de una sociedad. Guatemala del S. XXI ajetreada y convulsa, minando día a día las mentes de sus habitantes hasta que la explosión llega, Cómo sucede en el fragmento “Un día en la vida de Oscar” y entonces es imposible volver a la normalidad. Por eso hay unos que prefieren irse dejando todo atrás, o mejor olvidarlo todo con líneas gigantescas de cocaína que dibujen la salida y litros de alcohol y piedra, en un apartamento o en la playa, esperando en una banca el momento de caminar hacia la libertad, no una de estatua atrapada entre la tierra y el mar, sino una libertad real, una que  no se puede tener sin críticas en un país tan conservador. Si la literatura es un espejo de la sociedad, este libro no contribuye a que los extranjeros llamen a su agencia de viaje para dar un tour por estás calles de Guatemala, pero la literatura no es publicidad, en este caso se ha pintado tal y como se ve desde los jóvenes que caminan sobre esas calles, manchadas de sangre y vómito, de pasos alejándose cada vez más al norte, para dejar atrás el laberinto en donde son presas del minotauro llamado existencia. A pesar de que el libro pinta muy bien la sociedad, la narración de algunos autores es plana, tan plana que si no fuera porque el tema  coincide con el todo, imagino que no estarían adornando esas 175 páginas. Pero hay que leerlo, hay que darse una vuelta por esas calles construidas a fuerza de tecleo, y sobre todo hay que estar ahí, para saber que en esa Guatemala construida de golpes, hay más que 24 historias que vivir.