Hace muchos años, cuando recién daba mis primeros pasos en este retorcido mundo de las letras, mis amigos del grupo literario al que pertenecía y yo, fuímos invitados a una lectura de poesía en el instituto Central Vicente Caceres. En el auditorio se encontraban no menos de 200 alumnos, y entre los que llenábamos la mesa principal, se encontraban miembros de la real academia, poetas con más premios que años encima, maestros del oficio y nosotros, las jóvenes "promesas" de la literatura de este país sin esperanzas ni promesas. Yo llevé un par de versos, unos versos que oscilaban entre el amor y el desamor, o más encaminados al desamor que al amor, (en realidad no importa tanto el orden, ya que siempre, luego del uno, siempre viene el otro) entonces comenzó la lectura, ante aquel auditorio que increíblemente prestaba una atención que pocas veces se llega a tener en una lectura, posiblemente les ofrecieron una buena cantidad de puntos a cambio de su total atención. Como antes lo mencioné, comenzaron a leer los grandes poetas, los viejos poetas, los maestros del oficio, los de la real academia y luego nos tocó el turno a los jóvenes y como me encontraba entre los mismos no tenía escapatoria. En realidad no quería leer, quería salir del lugar y caminar y luego esperar afuera a que todo terminara, pero el puesto en donde me tocó sentarme no me daba esa libertad. Así que tomé valor y comencé a leer esos tristes versos llenos de melancolía y de pronto, al llegar casi al final y ver de reojo al público, veo que entre 5 o 7 chicas se encontraban llorando, literalmente lloraban, ya se secaban sus lágrimas con sus manos o con pañuelos, o permanecían recostadas en el hombro de su compañero de al lado mientras sollozaban. Al concluir con el último verso, mejor que no hubiera llegado ese momento, toda esa multitud, más entusiasmada al ver a esas chicas llorar que por los versos que recién habían escuchado, comenzaron a aplaudir con tantos ánimos y a repetir al unísono "otro" que lea otro" y en ese momento sentí una combinación de pena y tristeza. !Había hecho llorar a más de 5 chicas en menos de cinco minutos! !que terrible premonición! si se mira desde un punto de vista un tanto sensible, se entenderá la emoción que me abrazaba. Luego comenzaron a enviarme papeles, algunos decían "hola, disculpe que lo moleste, pero me podría escribir lo que acaba de leer" "hola este es mi correo, le agradeceria si me puede escribir lo que leyó" "disculpe, me podría escribir un poema, o dedicarme ese que acaba de leer" y la lista hubiera aumentado si las maestras y maestros a cargo de los jóvenes no se interponen y les dicen que mejor me abordaran al terminar el evento. Todo esto que les acabo de comentar es la anticipación a algo que me sucedió la semana pasada. Me encontré a una chica que conozco desde hace un par de años en la universidad, prima de un amigo del colegio y la que siempre fue amable al saludarme. La semana pasada me comentó que ella había estado entre ese público, que ella también había llorado y que cuando llegó a su casa, entró con una cara tan distinta, tan triste y melancólica, que su madre la abordó y le preguntó que es lo que le sucedía y ella le respondió "mamí, estoy enamorada, simplemente es eso". Oh la poesía, esa mala flor que crece con el llanto y el dolor y que no deja más que pétalos marchitos en el suelo de la memoria.