martes, 23 de octubre de 2012

De los Poemas...







Los poemas que aquí leerán,  forman parte de "Los poemas de la piedra en el zapato" Libro que comencé a escribir y terminé hace unos cuantos años atrás y que saldrá a la luz el año próximo  La pretensión de este libro es sin duda la de tirar piedras (las piedras que cargo como condenado) en el lago del olvido y así desahogarme de las culpas y pesares que me han acompañado a lo largo de mi vida. Así que sin más, a ustedes lanzo unas cuantas piedras, no con la intención de herirlos, si no más bien de curarme las heridas.

La primera priedra

 Es sencillo
Tira la primera piedra y desfigura mi camino.
Ahora llama al pueblo
Para que también se crea libre
Para que con su canto de fracasos
Amortigüe mi tormento
-Ya que estoy libre de pecado
 Seré el verdadero verdugo
Lánzame otra piedra
Yo nací para cargar con su peso
Para masticarla
Y del polvo levantar mis ciudades interiores.
Ya no confías en los hombres muchacha
Porque te han encerrado en la habitación donde nacen las pesadillas
Pero esta vez descansa, sí
Hazlo como los que duermen sin saber que están despiertos
Como si la luz no fuera la sombra que odia tus parpados.
Tira la primera piedra
Arranca la duda de tus manos
Para que con ella edifiquemos mi ciudad perdida.


Deshojar al hombre es un acto de amor

Deshojar flores es hermoso
Ver como se ahogan sus frágiles miembros en el naufragio de las manos
Sentir su fragancia marchita
Hediondez de todos los muertos.
Deshojar flores es trabajo del destino
Que marca con su vaivén de designios el corazón de alguna niña indecente
-Me quiere… no me quiere
Pensando en el amor
Cuando comete un asesinato colorido y fragante.
Deshojar al hombre sería un acto de amor
Sin duda
Porque sus pétalos ensangrentados están cubiertos de espinas
Su aroma hediondo después sería un suave perfume a la conciencia
-Me quiere… no me quiere…
Repite la niña con su sonrisa funesta.
Mas no sabe que los hombres marchitos
 A veces aman más desde el recuerdo.



Saludo al mundo con mi sonrisa hecha un desastre

Yo no boto las paredes
No
Las abro
Saludo a las rejas
Los barrotes
Las esposas que me dieron el "sí"
El día que perdí mi libertad.
Saludo al mundo con esta sonrisa hecha un desastre
Con la fuerza de mi brazo roto
Con mi canto de pájaro desahuciado.
Pero bailemos esta pieza mujer
Y olvidemos los tropiezos del futuro
El ritmo que nos hará caer en la fría fosa.
Pero no perdás el paso
La sonrisa
La lágrima abrazada a tu ojo
Hasta que el aire deje de respirar.



De la guerra y otras derrotas (A Nelson, in memoriam)

                                                             La bala que me hiera, será bala con alma
                                                                                         Salomón de la Selva

Quisiste ir a la guerra,
 Porque desde que naciste
Los relojes explotaban
Y el tiempo era un puñado de cosas perdidas.
En cambio, lo recuerdo, a pesar de todo
Amaste
Y te ofreciste como bala segura al enemigo.
Pero en el amor y la guerra todas las historias son tristes
Como muros que caen marchitos.
Yo recuerdo aquel día
Cuando te quebraste en mil pedazos
Por unos labios perdidos
Y fue difícil armarte,
ni siquiera la verdadera guerra te había herido tanto.
Pero amaste de nuevo
Dispuesto a morir cien veces
Olvidando que la muerte solo es una.
Y cuando te hirieron de nuevo
Recordaste el tiempo;
Puñado de cosas perdidas
Eco de voces calladas,
Y sin pensarlo
Dos o tres veces
Pusiste tu alma en esa fría bala
Y ahora amigo
Es imposible armarte.





ODA AL VINO (otra de tantas)

                                               “Nada mejor para cantar la vida y aun para dar sonrisas a la muerte”

                                                                                                                                   R. D.

Este abismo es claro y oportuno
La caída es hermosa a esta hora
La lluvia cae
Roja, casi sangre, divina
En mi vida pasada fui una fruta
Y la mano de Baco me deshizo.
Mi copa no es tan grande como mi sed
Si tu sangre fuera vino
Vino bendito
Te desangraría
Si el mar fuera rojo
Como en aquellos días
Ya sé cuál sería mi muerte.
Ahogarme en él.



Los muros son canciones que después de cantadas se derrumban

Tuve una visión que se hacía agua en mis manos
una palabra que rondaba como ladrón presto;
Miré mi lengua
y era una cripta donde resucitaban las palabras.
Y vi los velos quebrantarse
como la niña que carga con un cuarto menguante en sus manos 
y la lluvia que lloraba de frío
y el agua con seco enojo por estar estancada en una llave.
El clamor de los desiertos me llegaba con resonancia de langostas
Entonces supe que la noche era un espacio donde podía maniobrar mi locura
la noche de mi noche, 
noches que anochecieron y se quedaron fuera de casa y desnudas.
Y vi una hoja caer
la hoja de un árbol que no ha nacido y ha sido victima
de los reclamos insolentes del viento
pero esa hoja caía y sepultaba mi bosque de fantasías
entonces dije:
hay que recoger los fuegos en un solo fuego
y repartirlo equitativamente como pan de daca día
hay que sacar las trompetas
y soplar hasta hacer nacer un hermoso jardín de remolinos violentos
Luego los muros cayeron
como cae el sol bajo el peso del día
y el muro que estaba frente a mi
Había caído de cansancio.


Consejo de un hombre herido a la paz.

Cuando naciste y nos dejaste ciegos
Dudamos que el tiempo te guardara
En sus paredes infinitas
-El mundo es sucio.
Decía mi padre.
Y recordé las blancas palomas
Que mueren con el alma negra.
Es por eso que no confiamos
Que te quedes entre nosotros
Animales de dientes blancamente afilados.
No es que somos pesimistas
Ni que amemos estrujar las rosas
Ni clavarnos sus espinas.
Paz
Es mejor que mueras antes del día triste
Para que no te quedes  con la conciencia negra.
Y así cuando te vayas
no veas ensangrentadas tus alas blancas
ni veas hecha jirones tu bandera.



Muerte de un hombre cualquiera

Hoy maté a un hombre
Fue sencillo
Y miré una catarata de aullidos
Correr por su garganta
Ahogar sus pupilas en el mar de la desesperación.
No lo soporté,
Porque no me gustó como trataba con su sombra
Como digería miradas, avorazado.
Si estuviera vivo (el muerto ese)
Lo escucharía aullar de nuevo
Por que no soporto
Como construye en los demás su recuerdo
Como les cuenta sobre el árbol que le he cortado.
Hoy maté a un hombre
Fue sencillo
Tanto que si todos fueran como él
Yo sería el único que leería esto.



Hay que apagar la luz (A carlitos Alcerro)

                                      Y vos que aborrecías tanto la tierra
                                                        hoy estas vestido de ella.

Has caído
Y los peldaños permanecen intactos.
La soledad se prendió a tus labios
Y toda sombra cayó en tus manos
Sin poder esconderte en ella
Cuando tanto te quemaba
El sol de la existencia.
Tendido como el crucificado
Y todos los clavos al pecho
-Hay que apagar la luz- Decías
Y de pronto se hizo la oscuridad.
Entonces ya sin voz
Para quebrar los gritos
Te apagaste en la última noche
Que te tendió la mano.









martes, 4 de septiembre de 2012

LA TRISTE ALEGRÍA DE DOMINICO IVANOVICH


La máscara más usada por la humanidad es la de la alegría.
 Solo aquellos que dejan esa máscara de lado,
 pueden sonreír verdaderamente
 de su decadencia.


Era difícil comprenderlo, pero Dominico Ivanovich padecía de un mal absurdamente extraño; no se reía ni se alegraba con nada. Desde pequeño, lo cuentan sus padres, los mejores payasos del mejor circo francés, no entendían el porque de aquel padecimiento tan inusual. Nadie sabía que hacer y Dominico se paseaba de un lado a otro con su rostro enjuto, como apartando a las personas de su camino, como para no tropezarse con la alegría. A veces, Dominico  prefería andar con la mirada hacía el suelo, pero luego de algunas caídas y algunos golpes, resolvió que esa no era la mejor manera de andar por la calle. -¡Pobre Dominico! -Decía la madre y trataba de alegrarlo con un acto maravilloso. -¡Pobre Ivanovich!  -Decía el padre- Y se pintaba su sonrisa, para tratar que la otra sonrisa naciera y no lo lograba. Luego, el padre tuvo la idea de comprar todas las películas de Chaplin y también la serie completa de los tres chiflados, pero ni el uno ni los otros le sacaron una sonrisa. Era decepcionante para ambos el hacer reír a las multitudes, y tener un hijo al cual no le sacaran la una pequeña sonrisa. Cuando los padres de Ivanovich dejaron el circo a causa de la gran decepción, las cosas comenzaron a tomar otro rumbo. Comenzaron las discusiones en casa y un día que el padre comía demasiado rápido, la mamá del pequeño se enojo sobremanera y tiró su plato al suelo con tanta furia, que los añicos hirieron al pequeño. Esta fue la primera vez que Ivanovich sonrió. Pero nadie notó su pequeña sonrisa, su delgada sonrisa de niño triste. Pasaban los días y las constantes peleas, eran como la música del hogar. Otro día, la madre de Ivanovich dejó su cenicero en el sofá, el padre al sentarse sin percatarse en este se quemó y le tiró tan fuerte el cenicero a su esposa, que el golpe la dejo inconciente unos minutos. Ivanovich entró a su cuarto a reír por lo sucedido. ¡Vaya caso! Ya sabía el joven, que lo único que le causaba un poco de risa, era lo que no se la causaba a los demás. Pasaron los años y así como él crecía, los problemas entre sus padres también y obviamente la alegría y las risas del joven Ivanovich iban creciendo. Un día, que la lluvia caía como decepcionada, y que los pájaros cantaban cancioncillas desplumadas, Dominico Ivanovich, al entrar a casa, miró los cuerpos de sus padres tirados en la cocina. La madre tenía abierto el pecho a puñaladas, y el padre un disparo directo al corazón. El cuchillo estaba cerca de la mano izquierda del hombre y el revolver, cerca de la mano derecha de la mujer. Al verlos, Ivanovich comenzó a reír a carcajadas, reía y reía, y reía y reía y de a ratos caminaba para poder calmar su risa, pero no podía detenerla. Probó con beber agua y las carcajadas iban creciendo en ritmo y volumen. Después de calmar sus carcajadas y solo reír en voz baja, los vecinos lo encontraron ahí, riéndose de la tragedia como un loco.Llamaron a la policía pensando que Ivanovich, el pequeño que nunca reía, era el seguro asesino de sus padres. Hasta ese día Ivanovich comprendió que lo que padecía no era un problema, si no más bien, una virtud. Su risa, nacía de ver como dos humanos que fingían siempre sonrisas hipócritas eran unas verdaderas bestias mientras los demás sonreían, al ver la función hipócrita de los payasos. Ivanovich reía de lo verdadero y los otros de lo superfluo. Después que los policías se lo llevaron a la cárcel, el joven Dominico Ivanovich nunca declaró a su favor, le dieron cadena perpetua y fue feliz.



























































































domingo, 26 de agosto de 2012

CULPABLE



Ilustración a cargo de Cleonique Hilsaca

Yo no lo maté, Dios lo sabe, aunque me hubiera gustado. Pudo haber sido a las siete que lo encontraron tirado frente a la casa. Pudo haber sido a las siete o a las ocho, pero la hora no importa. Es cierto que teníamos problemas, como todo padre e hijo y también es cierto que a veces me imaginaba como se ponía de rojo cuando le apretaba el cuello y como trataba de decirme algo, mientras yo le apretaba con más fuerza para no sentir como sus palabras trituraban mis tímpanos como afiladas tenazas. Pero cuando lo encontraron yo estaba dormido, soñando que estaba a la orilla de una playa y que era de noche y que formaba estrellas en la arena húmeda.

Me echan la culpa, como siempre a mí, como si le hubieran preguntado al cadáver de mi padre – Señor ¿A quien desea que culpemos?- Y entonces su voz asfixiada dejaría escuchar mi nombre.
Me juzgan, y lo sé porque hay manchas de sangre en mis manos, porque llevo el pecho lleno de su pestilente sangre. Padre, no podría decirles que esta vez su hijo no tiene la culpa y que me dejen dormir ¡carajo! Para que tal vez vuelva a esa playa a formar estrellas en la arena y así olvidar que mi cielo esta vacío.

Les voy a contar, sí, nada más para testimonio de mi inocencia, para que no me culpen de derramar esa sangre impura, esa sangre que me da nauseas.
Yo venía borracho, tanto, que venía agarrado de las paredes para no caer como siempre, para no quedar tirado como un perro frente a la casa y buscaba llegar porque necesitaba el consuelo de mi cuarto, el consuelo de mi espacio. Y lo miré ahí, discutiendo con no sé quién, discutiendo no se qué cosa. Y después vino el silencio, si, silencio que nos canta para arrullarnos y dejarnos dormir en paz. Pero de pronto se quejó, lo recuerdo un poco, así como se recuerdan los sueños de la infancia. Me acerqué y le dije que no se quejara y que se fuera a dormir. Esa vez mi padre me abrazó fuertemente, tal vez lo hizo, porque me miró pequeño, como cuando todavía cabía en sus brazos. Luego me dijo que lo llevara a no sé donde, tampoco lo recuerdo, pero le respondí que tenía mucho sueño y lo mejor que él podía hacer era ir a dormir, como yo también lo haría. Al soltarme me di la vuelta y tropecé con un puñal rojo, por su color lo recuerdo, y lo recogí para ponerlo sobre la mesa y luego me fui a dormir.

Hoy me están juzgando por asesino y yo no fui quien lo mató, Dios lo sabe, aunque me hubiera gustado. Y ese cuerpo tendido, callado como lo desconocido, hace lo que hubiera hecho si estuviera vivo, echarme la culpa a mí, aunque yo no la tenga.







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domingo, 12 de agosto de 2012

SIN IMPORTANCIA ALGUNA







"Autobiografía de un hombre sin importancia viene a conectarse a una frecuencia que han de oír hasta los sordos". 

Fabricio Estrada


"Ludwing Varela conoce su oficio. Y esa no es ninguna novedad para quienes disfrutamos de su obra, sin embargo, en Autobiografía de un hombre sin importancia demuestra algo más: ha vivido lo suficiente como para retratar a quienes nos hundimos entre calles, a esos hombres y mujeres sin importancia alguna que dejamos algo de nosotros en cada paso.
Ludwing sabe –perfectamente– que la literatura es ese algo, esa isla, que nos rescata y transforma en personas, por ello no encasilla esta obra en cuento, novela o relato, ¡qué más da!, total, esa es labor de los críticos. Lo realmente importante es el mensaje que transmite al fragmentar su vida –y la nuestra– en 15 escenas, en 15 actos…
Autobiografía de un hombre sin importancia es, en resumen, un caleidoscopio urbano donde resurgen la ciudad y su oropel, los caminos, la implacable soledad, la desesperanza de cada día, el ansiado alcohol, los sueños raídos, ¡los recuerdos!, los viajes mentales que alivianan la pesadez de nuestros pasos… los amigos. Y Darwin Rodríguez estaría de acuerdo… de eso doy fe".


René Novoa



“AUTOBIOGRAFÍA DE UN HOMBRE SIN IMPORTANCIA” UNA NOVELA PARA LECTORES SERIOS
DURANTE EL ÚLTIMO VIAJE QUE REALICÉ DEL CERRO DE PLATA A CATACAMAS, aproveché para concluir la lectura de la novela “Autobiografía de un hombre sin importancia” del escritor Ludwing Varela. 
“Autobiografía de un hombre sin importancia” está estructurada en 15 capítulos, cada uno de ellos narrados en primera persona, con una generosa fluidez, un interesante existencialismo y una harmoniosa brevedad.
Desde el principio el autor logra que el personaje vaya exponiendo sus actitudes y sus aptitudes. Logrando así un personaje humano, impredecible, existencial, soñador, psicológicamente definido, errático, pero sin las deficiencias de un personaje plano.
La historia trata de un autor joven, cuya vida está llena de adversas circunstancias. Experiencias cotidianas que lo llevan a situaciones a veces lastimeras, trágicas, angustiosas pero igual recibe pequeños bienestares y recompensas, bien, o mal ganadas.
Al principio me pareció un poco pretenciosa, sobre todo por el hecho de mencionar un particular desprecio por la literatura hondureña. Y tal vez no por la literatura hondureña en sí, sino por ciertos autores con muchas obras publicadas, y que se presumen académicos, incluso catedráticos. Obras que no merecen ninguna mención.  
Hay una especie de rencor, creí, inicialmente hacia los escritores que han tenido un recorrido dentro de las letras hondureñas, quienes indudablemente padecen de una “escritorfagia o poetafagia”. Expuesto de otra manera “El escritor es la bestia que devora al escritor” vieja creencia y  una manifiesta tendencia a devorar el escritor joven, menospreciarlo, discriminarlo o marginarlo. Tendencia que algunos, dicen, es muy practicada por algunos escritores de mayor edad en el pasado reciente de Honduras. No así, en muchos de los que hoy están escribiendo y que permiten que otros lo hagan a sus anchas y experimenten libremente.
Lo otro que se percibe, es el desprecio por esos mismos autores que no lograron crear una propuesta consistente. Una propuesta con mayor calidad literaria y que no salieron de sus “concepciones aldeanas” tanto en el manejo de las historias, el manejo del lenguaje, la fluidez y universalidad, así como la estética del escrito.
“Autobiografía de un hombre sin importancia” es una crítica y una autocrítica, es la búsqueda de sí, la búsqueda de la voz propia, es la experimentación del escritor que no se acomoda, ni se conforma. Es el escritor aplicando los métodos científicos necesarios para crear o descubrir la quinta esencia.
 Es también, la persecución implacable del individuo por crear una obra con calidad. Donde sus mismas circunstancias lo van llevando a un universo regido por un dios del humor negro. Un destino incurable de imposibilidades, pero igual, y a pesar de la angustia y de las imprecisiones lo hacen descubrir aquellas diminutas recompensas que proporcionan, el esfuerzo, la disciplina, la misma búsqueda y las decisiones, mal, y bien tomadas.
Lud, personaje central de la novela, es un escritor, quien anda por los veintidós o veinticinco años. Estudia una carrera relacionada con su oficio. Voraz lector, bohemio. Calificado por su padre como un “vago sin futuro” y quizá con una leve tendencia a la autodestrucción. Es un amante del alcohol y de los libros, en cualquier orden. En algunas ocasiones, este personaje, ha hecho publicaciones en periódicos que le valen algún reconocimiento, esto quizá promueve su ego. Vive en casa de sus padres, de quienes, por un lado su madre, -naturaleza de las madres - es condescendiente, amorosa y permisible. Acepta, sin enojos,  que él haga lo que más le gusta: Leer. Contrario a su padre, quien se hace notar como un hombre pragmático, insensible, violento y en extremo, inculto, casi salvaje, irracional, aún más, cuando es invadido por la cólera. Muestra de ello es el holocausto que realiza con la biblioteca de Lud. Los enojos por el desacuerdo que tiene con la profesión elegida de éste; la falta de trabajo o su agresión en contra de una de las hermanas y toda la familia de Lud, al enterarse del embarazo de ésta. Estos dos personajes, la madre y el padre, son sin duda elementos fundamentales que apoyan la autenticidad de este personaje llamado Lud. Incluso, se les puede estimar, como la “defensora” y el “inquisidor” del héroe.
Hay una reacción de la madre, en el capítulo, “Después de la calma siempre viene la tormenta” quien monta en cólera. Agrede a Lud de una forma brutal, pero todo es por la ausencia y la angustia que le ha provocado su desaparecimiento. En este capítulo como en todos los demás hay párrafos y oraciones profundas, poéticas, bien pensadas, construidas para ser leídas y transmitidas. Citaré un par de ejemplos, serán quizá los únicos que tomaré en todo este escrito: “Dos semanas no pasan como si fueran simples números. Menos de eso estuve en otros países e hice lo que muchos hombres de estas tierras no han hecho en su vida. Dos semanas no pasan como si fueran el polvo inservible del tiempo.”  “(…) Se lanzó sobre mí como si fuera el peor hijo que jamás una mujer hubiera parido,(…) como si yo hubiera sido Caín y hubiera matado a Abel frente a sus ojos. Pero los golpes eran soportadas por mi piel, por piel que se encontraba anestesiada de tanto alcohol.“Entré en mi cuarto y me tiré de espaldas hacia la cama con todo el peso de mis pecados.” “(…) Las madres, no importa que tan molestas estén, siempre piensan en nuestro futuro.”     
Algunos elementos me resultan poco atractivos y en momentos, incómodos. Elementos como la mención innecesaria de Obras y autores de la literatura universal. Pareciera más bien, una receta o una lista de textos para mostrar su basta lectura, la basta lectura, no del personaje, sino del autor. Puede que esta sea una percepción particularmente mía.     
Hay un capítulo donde el personaje se encuentra interno en un hospital público, hay tanta conmiseración en ese capítulo. Tanta compasión. Los que comparten esa sala hospitalaria con Lud, muestran la vida y la muerte. Muestran el agónico padecimiento de sus pobres condiciones, de sus carencias, de su realidad social. Algo semejante a la realidad que se padece en un país llamado Honduras. Cito: “Son las tres y media de la madrugada, la oscuridad es lo único que me acompaña, y este olor a enfermos, esta hediondez humana, nuestro verdadero perfume. Espero el día, porque ¿no es el día el camino de los que están perdidos en las tinieblas? Espero”
Durante Lud, está en el hospital su madre, le lleva una caja de libros, los cuales se han salvado de la pira. Irónicamente estos libros sobrevivientes, son los que han sido escritos por autores hondureños y Lud  los tenía aparte para ser quemados, pero su madre los ha salvado de la fogata literaria, que había hecho su padre. Luego, en pleno hospital este les hace flamear. Luego, en otro capítulo: ¡Milagro! Describe la satisfacción que siente al quemar cada título: “Nunca imaginé que el solo hecho de pensar que uno tiene poder para quemar esto o lo otro tuviera tanto significado en nuestra vida. Cuando el hombre tiene la potestad de destruir, tiene la potestad de Dios, podemos así decirlo, porque al hacer nuestra voluntad sin tropiezos, sin negativas, somos dueños del destino, dueños de la humanidad misma, de la suerte misma, de todas las personas.”    
Hay algunas manías entre todas las que posee el personaje, que se vuelven en sí una figura poética. Sobresale entre todas la extravagancia de Lud. Su Lectodependencia, esa obsesiva compulsión por leer. Síndrome de lectura obsesiva compulsiva, podría ser.  Me recuerda un comercial de las Librerías Gandhi, en donde aparece un chico con apariencia de farmacodependiente, dando su testimonio: “Comencé con una línea, luego otra, ahora no puedo parar me he vuelto adicto a la lectura”. Es sin duda un personaje conmovedor, en esas escenas, un personaje conmocionado por la lectura. Aunque después se da cuenta que no es lo que cree. Sin embargo es muy divertido leerlo buscando desesperado, leer  algo, una línea, como para satisfacer su dependencia hacia los libros, hacia la lectura. Conmovedora, imaginativa y poética, es esta manía del personaje.                  
No obstante, cuando se llega al capítulo “El tesoro encontrado” el personaje se encuentra con lo que se le puede llamar, “el Guía” o el “recompensador”. En este capítulo, aunque con un título bastante trillado, da un giro interesante. El encuentro fortuito de Lud con este personaje, ilumina todo la magritud de los capítulos anteriores, que no son menos que muy buenos. Mantiene el tono existencial de la obra pero con elocuente luminosidad.
La novela es indudablemente muy buena. Muy buena dentro del parámetro de Tolstoi. No se convierte en lo que condena.  
Sin duda “Autobiografía de un hombre sin importancia” del escritor Ludwing Varela, ha llenado mis expectativas, así como ha reafirmado esa teoría multidimensional, la cual argumenta que el buen poema, el buen cuento, la buena novela; la buena obra en sí, debe contar al menos siete historias: La historia que cuenta el escritor, la historia que cuenta el narrador, la historia del lector, la historia que cuenta el lenguaje, la historia que cuenta la historia, la historia que descubre el crítico (esta no importa) y la historia que se quiso contar pero que no se cuenta. No se puede juzgar un escrito sin ser leído. A partir del 2000 se han producido en el país, verdaderas obras literarias, leves, honestas, sin poses, sin forzamientos. Obras reales y de muy buena calidad escritas por hondureños comprometidos con la experimentación, con la fiel idea de crear obras bien escritas.  Autobiografía de un hombre sin importancia es una de esas novelas: Existencial, psicológica, mítica, fluida, universal, una novela para ser leída.
Lo fantástico de esta novela, es su profundidad, su lenguaje depurado y fluido, su multidimencionalidad. El sincretismo logrado entre la poesía y la narrativa. Su metatextualidad, la cual se disfruta sin parpadeos. Posee algunos abusos, pero igual son casi imperceptibles. Todo se compensa con el universo que crea para Lud.      
No quiero verme como un “crítico” sin embargo, este año me he comprometido con nadie más que con mi gusto, mi preferencia, mi necesidad, mi interés de lector,  para opinar sobre poemas, cuentos, novelas, ensayos, artículos, y libros que estén dentro de mis parámetros de satisfacción, y que posean carácter, calidad, exotismo, eclecticidad y universalidad. Las obras que no comente. Son obras sin importancia.

Elvin Munguía.