viernes, 29 de mayo de 2009

Temblor, temblar, tiemblo.

Hace pocos minutos, de nuevo todo esta en calma. Las paredes están firmes, los techos están seguros, los edificios estáticamente rectos, los pájaros volvieron a sus nidos, los perros cesaron su llanto, el ladrón prosigue su robo, el hombre que golpeaba a su mujer sigue golpeándola y así las cosas vuelven a la normalidad tras esa sacudida. Recordé a Bandini, aquella parte en la que creyó que por culpa de sus pecados la ciudad estaba cayendo y el espectáculo de la destrucción se inclinaba ante sus pies. Lo recordé con miedo, me vi andar sobre sus pasos, le hable a Dios con humildad, espere que todo cayera, pensé que seria sepultado con mis pecados, pensé que el fin se acercaba con un cortejo de temblores y pensé y pensé y pensé hasta que la calma volvió de nuevo. Llegue a creer que era mi cuerpo, que temblaba por alguna pesadilla y que el mundo temblaba de mi terror. Pero después de mirar a las personas en la calle, a mis vecinos hablar en voz fuerte, a mis padres en el pasillo de los cuartos supe que la pesadilla no era mía, era la pesadilla de la tierra y esta tembló de miedo. Hace un minuto acabo de terminar una llamada. Me acaban de decir que el temblor duro 30 segundos y que fue de 7.1 en la escala de ritcher. Me dijeron que en yoro una casa cayo como herida de muerte, que algunos están llorando y que otros no pueden comunicarse con algunas personas. Cuando la tierra tiembla de esa manera al hombre solo le queda pensar que si muere sepultado es porque de una manera u otra es parte de su destino terminar bajo la tierra.

3:46am 28-05-09

sábado, 23 de mayo de 2009

El ayer es el ayer, pero siempre sera mi hoy

!Hay! ayer definitivamente pudo haber sido un buen día, pude haberme olvidado de la perfidia y la veleiodosidad, pude haberme olvidado de la imagen de mi caperuza que ultima mente ha llenado mi copa de nostalgia, pero ya no es mi caperuza, ella hoy me dijo que le quitara el "mi" y ella no comprende que no lo hago por ser posesivo, nada mas es cuestión de costumbre, la otra dice que lejos de mi, la libertad es un viento suave que acaricia su rostro. Y la verdad yo digo, que no se puede ser libre cuando el recuerdo del ayer marca tu hoy y tu mañana y es como un golpe de martillo a la memoria. Por eso me quejo de mis ayeres, no de mis hoy, toda la culpa es del pasado que se me hace presente y estoy casi seguro que así como el pasado salta al presente , saltara al futuro y entonces no podre mirar nunca para adelante.Lo mejor que puedo hacer, es estudiar historia, que mierda.

domingo, 17 de mayo de 2009

Adios a Benedetti, pero no a su memoria.


El escritor Mario Benedetti falleció en la madrugada de este lunes en Montevideo a los 88 años y dejó huérfana a la literatura uruguaya y latinoamericana de uno de sus poetas y narradores más prolíficos, venerado por generaciones por su ética social y su melancólico canto a la vida.

Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crítica de izquierdas que le llevaría al exilio y a ser, hasta sus últimos días, un firme detractor de la política exterior de Estados Unidos.

Sus poesías fueron cantadas por autores como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Nacha Guevara, Luis Pastor o Pedro Guerra, y sus novelas más famosas llevadas al cine, como "La tregua" (1974) o "Gracias por el fuego" (1985), a cargo del director argentino Sergio Renán.

Este exponente por antonomasia de la llamada generación uruguaya de 1945, la "generación crítica", nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, en el Departamento de Tacuarembo.

En 1928 comenzó sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo, donde, según contaba el propio Benedetti, gustaba de escribir en verso las lecciones e incluso sorprendió a sus maestros con un primer poema en ese idioma.

Las dificultades económicas solo le permitieron cursar un año de educación secundaria en el Liceo Miranda y después tuvo que ser casi autodidacta, compaginando los estudios con el trabajo, que comenzó a los 14 años en un taller de repuestos de automóvil.

Antes de dedicarse a la escritura, Benedett hizo de taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial.

Todos estos oficios supusieron un contacto con la realidad social de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.

Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y en 1945 ingresó en el semanario Marcha como redactor y publicó su primer libro, "La víspera indeleble", de poesía.

En 1949 Benedetti avanzó en su carrera periodística con su labor en la destacada revista literaria Número, compaginando al tiempo sus tareas de crítico con una carrera imparable como escritor.

Así, en una década trepidante publicó obras como "Esta mañana y otros cuentos" (1949), "Poemas de oficina" (1956), "Ida y vuelta" (1958) y "La tregua" (1960).

Ya desde 1952 comenzó a implicarse de forma destacada en las protestas contra el tratado militar de Uruguay con Estados Unidos.

Su primer viaje a Europa lo hizo en 1957, como corresponsal de Marcha y El diario.

De 1961 data el libro "Mejor es meneallo", que agrupa sus crónicas humorísticas, firmadas con el pseudónimo de "Damocles".

Residió en París entre 1966 y 1967, donde trabajó como traductor y locutor para la Radio y Televisión Francesa, y luego de taquígrafo y traductor para la UNESCO.

En 1968 fundó en La Habana el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, que dirigió hasta 1971, y encabezó el Departamento de Literatura Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo, entre 1971 y 1973.

En los setenta desarrolló una intensa actividad política, como dirigente del Movimiento 26 de Marzo, del que fue cofundador en 1971 y al que representó en el Frente Amplio, coalición izquierdista que alcanzó el poder en 2005.

Con el golpe militar de 1973 renunció a su cargo universitario y se exilió, primero en Argentina y después en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado.

Se instaló en Cuba en 1976 y un año más tarde se trasladó a Madrid, donde permaneció hasta 1985, cuando, con el fin de la dictadura uruguaya, puso fin a doce años de exilio.

Entre las obras de esta época aparecen "Letras del continente mestizo" (1967), "Inventario 70" (1970), "El escritor latinoamericano y la revolución posible" (1974) y "Con y sin nostalgia" (1977).

Su obra teatral "Pedro y el capitán" (1979) fue representada en Madrid en 1981 y un año después aparecieron sus "Cuentos" y la novela "Primavera con una esquina rota".

En 1984 publicó "Geografías" y "El desexilio y otras conjeturas" y tres años después, tras volver a Uruguay, se convirtió en miembro del Consejo Editor de la revista de izquierdas Brecha.

De 1985 data su colaboración con Joan Manuel Serrat en el disco "El sur también existe".

A partir de entonces su producción es imparable, con títulos como "Despiste y franquezas" (1991), "La borra del café" (1993), "Andamios" (1996) y los poemarios "Mas acá del horizonte" (1997) y "La vida, ese paréntesis" (1998).

En la década siguiente aparecieron "El porvenir de mi pasado" (2003), "Memoria y esperanza, un mensaje para los jóvenes" (2004) y los poemarios "El mundo que respira" (2001), "Existir todavía" (2004) y "Vivir adrede" (2007), entre otros.

Benedetti recibió numerosas distinciones, entre ellas la Medalla Haydee Santamaría del 30 aniversario de la Casa de las Américas en La Habana (1989) y la Medalla Gabriela Mistral del Gobierno chileno (1996).

Además, el premio León Felipe de España a los valores cívicos (1997), el Iberoamericano José Martí y el Internacional italiano de Literatura La Cultura del Mar, ambos en 2001, año en que también fue nombrado "Ciudadano Ilustre de Montevideo".

El escritor, doctor Honoris Causa por universidades de España, Uruguay y Argentina, enviudó en 2006 de Luz López Alegre, con quien se había casado en 1946.

En 2007 fue condecorado con la Orden Francisco de Miranda en grado de 'generalísimo' por el Gobierno venezolano y en 2008 obtuvo el I Premio ALBA del Fondo Cultural de la Alternativa Bolivariana para las Américas en la categoría de Letras.

Ese mismo año fue hospitalizado en tres ocasiones aquejado de deshidratación por una dolencia intestinal y un cuadro de infección urinaria, lo que no le impidió seguir escribiendo.

En agosto de 2008 presentó "Testigo de uno mismo", su último poemario, un "resumen" de su carrera que lo reafirmó como una de las piedras angulares de la poesía latinoamericana, según la escritora Sylvia Lago.

tomado de leonoticias.com

viernes, 15 de mayo de 2009

Sátiro



Cuando a Bernardo Saguen le llamaron “sátiro”, sintió que su vida cambiaría para siempre. En estas líneas anteriores se balancea sobre una delgadísima cuerda la novela de V. Huidobro llamada “Sátiro” (o el poder de las palabras). Bernardo, según relata la novela, era un tipo ejemplar; Un hombre bueno, de buen carácter, de buen gusto artístico, con tendencias a ser un gran poeta, con una inteligencia que le hacia acreditarse el aplauso de los demás. Desde que el peso de una palabra le cruzo sus delicados tímpanos, Bernardo sufrió horrorosamente. ¿Era en verdad Saguen el tipo que era digno de todo favor y toda alabanza? Es interesante que nos sorprendamos al darnos cuenta de que los crímenes más atroces son obras de manos cultas y refinadas. Saguen nunca fue un buen hombre, nunca pudo dejar su soledad, soledad que alimentaba a la bestia que crecía dentro de él, tal vez un pequeño sátiro dionisiaco amante del vino y de las ninfas, las pequeñas ninfas. Pero si que era un tipo culto, amaba a Rimbaud y sus temporadas infernales, le excitaba leer “La muerte de Hempédocles” de Hoelderlin, y Marlow, Kleist y Von Arnim siempre estaban de su manos y Emily Bronté le golpeaba con sus líneas, que a la vez que odiaba, amaba en secreto. Un hombre de treinta y cinco años según nuestra sociedad, debe estar casado con una hermosa y encantadora mujer y tal vez estar rodeado de dos pequeñuelos que tengan los mismos ojos con los cuales se les mira. Pero Bernardo no tenia ni esposa ni tenia hijos. Bernardo tenia una soledad tan grande que era su esposa y sus hijos, ¿y que le importaba? Sus libros eran sus hijos, sus cuadros eran sus hijos, y amaba las “naturalezas muertas” de Picasso, las amaba tanto…
¿Pero porque caer ante el peso de una palabra? ¿Por qué doblegar nuestro espíritu y creer como en los cuentos árabes, que las palabras pueden abrir puertas gigantes? Pueda que sea cierto, a lo mejor es cierto. Las palabras tienen un poder tal, que no en vano se le llama “espada” al instrumento que les da su vida propia, y digo propia, porque cuando las palabras son lanzadas, nada hay que las detenga, cualquier intento por detener su poder sería en vano. Mas de alguna vez hemos caído bajo el peso de alguna palabra. ¿Cuántas veces nos hemos dicho “si me siguen diciendo que soy malo, me haré malo, porque de verdad estoy seguro de que no soy malo”? Y así vamos entrando al juego de las palabras. Decía en un poema de Borges que no recuerdo muy bien, que las palabras guardan las cosas que se mencionan, “Éufrates” lleva dentro de si, corrientes peligrosas “mármol” diría Borges, es una palabra durísima. Y si en realidad las palabras guardaran lo que ellas refieren, entonces estamos condenados al destino de estar bajo la sombra de mil adjetivos y sustantivos. Pero regresemos a Bernardo, al pobre Bernardo que siente que la palabra “Sátiro” le esta volviendo loco. Escucha que las sombras se la gritan con vos de gigante, la mira escrita en las paredes, en las hojas de los árboles, dentro de un vaso de agua, y siente que la palabra le persigue atrozmente y que de nada le sirven sus libros ni sus pinturas para distraerse. Ahora Saguen es un “sátiro”, es alguien tan despreciable que ya no es digno del aplauso de nadie. Es un tipo enfermo, apartado de todo y de todos. Ya nada le hace bien, abandono a sus amigos, a sus amantes y cree que la única manera de curarse del mal que la palabra le produce es en la soledad de su habitación. Lastimosamente Bernardo no sabía un pequeño secreto, él siempre fue un “sátiro”, un “sátiro” que ocultaba su personalidad bajo maneras y modales cultos, porque el “sátiro” era esa bestia que crecía dentro de él (No literalmente con mitad de carnero). La primera vez que le dijeron “sátiro”, fue cuando le estaba regalando unos chocolates a una pequeña niña y de pronto la voz de serpiente de una señora que estaba cerca le grito “Sátiro”. Bernardo la insultaba en su mente, cada vez que la recordaba. Porque el se sentía bueno, un amante de la naturaleza; de los hombres, de los animales, de las plantas, de los minerales, de las ninfas... pero al final, la apariencia nunca es sincera, porque si Saguen no hubiese sido un “sátiro” no hubiera reaccionado como un eco a esa palabra. El pobre Bernardo… Bueno, mejor no les cuento, para que lean la novela, pero ¿Quién podría decir que no hay algo de sátiro dentro de cada uno?

viernes, 8 de mayo de 2009

Cuando la carne se va, solo las lineas quedan.

Hace dos días escuche a unos amigos hablar de la muerte de unos de sus amigos y después de escucharlos sabía que estaban hablando del mismo tipo que un día de muchos días de esos, que trinábamos levantandonos a buscar algo de hierba en los shultz, era el mismo Ruvaldo. Me dio mucho pesar su repentina muerte, mas pesar por la edad que tenia que por la partida en si. Es difícil mirarse joven y salir con una señora tan vieja y fea como la muerte ¿que pensaría mi madre de eso? Pero cuando la muerte se enamora no hay nadie que la detenga. Se muy bien que de un día a otro, tal vez mis amigos suban cosas de mi en sus blogs, hablando sobre mi apasionado beso con la muerte, Pero aunque no lo crean, yo no me ire para ningún lado, una porque Rouvaldo dejo un retrato de mi persona y la otra porque yo he dejado retratos del mundo y de mi mismo. En fin, cuando la muerte viene hay que saber abrazarla.