viernes, 27 de marzo de 2009

Sobre la interpretacion de las cosas


-No se, pero me he fijado que te importa poco lo que pasa
-No pasa nada
-por eso mismo digo que te importa poco
-No te entiendo
-¿Como me vas a entender si no le das importancia a las cosas?
-¿A que cosas?
-A las cosas!, las cosas son cosas
-¿Y a que cosas te referis?
-¿Y todavía tengo que explicarte las cosas de las cosas?
-No te entiendo
-¿Y como me vas a entender no si no le das importacia a esas cosas?
-Te voy a pedir un favor
-aja, decime
-Andate a la mierda con tus cosas ¿podes?
-Depende de que cosas me hables.

martes, 24 de marzo de 2009

La platica de los escritores


El ambiente esta lleno
De la voz del silencio
Diez manos moviendo sus dedos
Como pulpos tragando vacíos
Hablando cosas vanas
O sobre la cagada del baño
O sobre los ecos del viento
Sentados en posturas tercas
Cada quien defendiendo
Su muro de palabras vacías
En fin,
Sentados ahí
Sin decir nada
Porque las palabras
Se aburrieron de ellos
Tomaron su camino
Y los dejaron mudos

F.V.

sábado, 21 de marzo de 2009

Día mundial de la poesía...


Hoy se celebro algo así como el día mundial de la poesía. El auditorio estuvo hasta los bordes. La gente se notaba ansiosa de escuchar a los presentes. Llegaron los poetas. Comenzo la lectura. El silencio. Las risas. Las caras meditabundas. Los comentarios. Hasta el otro año. La fiesta había terminado y las personas pedían autografos como que fueramos estrellas de cine. 10 puntos cada autografo!!! ¿quien putas no se alentaría a acercarse a personas tan raras? Despues el el almuerzo en un caro hotel fuera de la ciudad. Los comentarios sobr Quesada que se había marchado enojado. Luego los chistes. las botellas vacias. las otras escondias. El poetico adios. En fin... Feliz día de la poesía aunque cada día esta celebre su muerte.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El que ríe de último...


Al llegar a casa y al pensar en la situacion que me abraza en estos días, me viene a la mente aquel viejo poema de los cuatro coroneles, y lo unico que se con seguridad de ellos es que el que ríe de ultimo ríe mejor. Por cierto...

La reina tenía
cuatro coroneles:
un coronel blanco,
y un coronel rojo,
y un coronel negro,
y un coronel verde.

El coronel blanco nunca fue a la guerra;
montaba la guardia cuando los banquetes,
cuando los bautizos y cuando las bodas;
usaba uniforme de blancos satenes;
cruzaban su pecho brandeburgos de oro,
y bajo su frente,
que la gran peluca nívea ennoblecía,
sus límpidos ojos azules celeste
brillaban, mostrando los nobles candores
de un adolescente.

El coronel rojo, siempre fue a la guerra
con sus mil jinetes
o llevando antorchas en las cacerías,
con ella pasaba cual visión de fiebre.
Un yelmo de oro
con rojo penacho
cubría sus sienes;
una capa flotante de púrpura
al cuello ceñía con vivos joyeles,
y su estoque ostentaba en el puño
enorme carbúnculo ardiente.

El coronel negro para las tristezas,
los duelos y las
capillas ardientes;
para erguirse cerca de los catafalcos
y a las hondas criptas descender solemne,
prescindiendo mudas filas de alabardas,
tras los ataúdes de infantes y reyes.

Mas cuando la reina dejaba el alcázar,
a furto de todos, recelosa y leve;
cuando por las tardes, en su libro de horas,
minado por dedos de monjes pacientes,
murmuraba rezos tras de los vitrales;
cuando en el reposo de los escabeles
bordaba rubíes sobre los damascos,
mientras la tediosa cauda de los meses
pasaba arrastrando sus mayos floridos,
sus julios quemantes, sus grises diciembres;
cuando en el ensueño sumergía su alma,
silencioso, esquivo, a la guardia siempre
con la mano puesta sobre el fino estoque,
el coronel verde...

El coronel verde llevaba en su pecho
vivo coselete
color de cantárida; fijaba en su reina
ojos de batracio, destilando fiebre;
trémula esmeralda lucía en su dedo,
menos que sus crueles
miradas de ópalo, henchidas de arcanos
y sabiduría, como de serpiente...

Y desde que el orto sus destellos lanza
hasta que en ocaso toda luz se pierde,
quizás como un simbolo, como una esperanza,
¡ iba tras la reina su coronel verde !

A.N.

lunes, 9 de marzo de 2009

Fragmento del capitulo 13 de "Preguntale al polvo"


Sin duda alguna, este libro sera uno de los mejores libros que leeré este año. Y como Charles en el pequeño y simple prologo que le hace, pienso que este hombre, que se dejo guiar por su simples gana de escribir con la mayor naturalidad posible, sin dejar de lado la belleza literaria de alguna de sus frases, hará que mi memoria siempre le recuerdo hasta convertirme en polvo.


"El mundo era polvo y en polvo se convertiría. Comencé a ir a misa todas las mañanas. Iba a confesarme. Tomaba la comunión. Elegí una pequeña iglesia de madera, baja y firme, situada cerca del barrio Méxicano. Allí rezaba. Un Bandini totalmente distinto. ¡Ay, vida! ¡Tragedia agridulce, puta deslumbrante que me has llevado a la destrucción! Suprimí el tabaco durante unos días. Me compré otro rosario. Depositaba monedas en el cepillo de las limosnas. El mundo me daba lástima.

Mi querida madre allá en colorado. Oh, personaje amadísimo, la mismísima virgen María. No me quedaban más que diez dólares, pero le mandé cinco, la primera vez que mandaba dinero a casa. Reza por mí, madre querida. La vigilia de tus rosarios es lo único que me tiene la sangre en movimiento. Vivimos días sombríos, madre. El mundo está lleno de horror. Pero he cambiado, la vida ha comenzado de nuevo para mí. Muchas horas paso glorificándote ante el señor. ¡Ay, madre, ojalá estuvieras conmigo en medio de tantas tristuras! Pero tengo que terminar enseguida esta epístola, madre querida, queridísima madre, porque asisto a una novena y todas las tardes, a las cinco, tengo que postrarme ante la imagen e nuestro bendito salvador para rezar dulce misericordia. ¡Adiós, madre, adiós! Recuérdame en tus oraciones. Intercede por mí ante aquel que todo lo da y resplandece en los cielos.
A la calle, pues, para echar la carta Demi madre, para echarla en el buzón y correr Oliver Street, donde no había casas de ladrillo, cruzar a continuación un descampado, acceder a otra calle sin casa, a una calle señalizada sólo con una valla baja y, una manzana más allá, a un sector urbano donde los edificios gigantescos ascendían hacia la bóveda celeste; porque no había forma de eludir la manzana en cuestión salvo que se cruzara la calle desde los mismos edificios gigantescos, muy deprisa, corriendo en ocasiones. Y al final de la calle se alzaba la pequeña iglesia, donde rezaba y practicaba la novena.

Una hora después salía a la calle, recuperado, en paz, lleno de estimulo. Seguía el mismo camino para volver a casa, pasaba corriendo ante los edificios gigantescos, avanzaba a lo largo de la valla, cruzaba el descampado y advertía las hechuras del señor en una hilera de palmeras próxima al callejón. Y así hasta Oliver Street, después de las parduscas casas de madera. ¿De que le sirve al hombre conquistar al mundo si pierde su alma? Y acto seguido aquel poemita que dice: Suma todos los placeres posibles y multiplícalos por la eternidad: un minuto en el paraíso vale más que todos ellos. ¡Cuan cierto era! ¡Cuan cierto! Gracias luz celestial, por enseñarme el camino...

"Un golpe en la ventana. Alguien llama a la ventana de aquella mansión ensombrecida por la densa enredadera. Me volví, localice la ventana, vi una cabeza; los dientes relampagueantes, el pelo negro, la mirada maliciosa, los largos dedos gesticulantes. ¡Qué tempestad se me había desatado en el estómago? ¡Y cómo evitar aquella parálisis del pensamiento, aquella riada de sangre que me aturdía los sentidos? ¡Pero es esto lo que quiero! ¡Me moriría si no lo tuviera! Hacia ti voy pues, mujer de la ventana; me has hechizado, mátame de placer, de espasmos, de alegría, aquí me tienes, sube esos peldaños desvencijados.

¡De qué sirve, pues, arrepentirse? ¿Para qué preocuparse por el bien? ¿Y si a fin de cuantas muero en un terremoto? ¿Para que diablo preocuparse entonces? Me fui pues al centro, ya me tienes junto a los edificios elevados, que venga el terremoto, que me entierre junto con mis pecados, ¿A quién coño le preocupa? Es exactamente lo mismo para Dios y para el hombre, se ha de morir de una forma o de otra. En un terremoto o en un pativulo, no importa por qué ni cuándo ni cómo".