miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL MAYOR ASESINO DEL MUNDO


Carlitos miraba con un fervor casi religioso la televisión. Perdido frente a ese mundo absurdo e irreal, fue cuando su vida cambió para siempre. Miraba un programa, de esos que nos hacen ver que la vida debe ser algo frío y egoísta y escuchó a la voz del comentarista decir; “Nacemos, crecemos, morimos. Así fue, es y será. Y pelear en contra de eso, es oponerse a la dictadura de la naturaleza. Por eso los leones matan a sus presas para sobrevivir, en fin, muchos mueren, para que otros vivan. Los débiles mueren para que los fuertes vivan”.

    Carlitos nunca olvidó esas frías palabras, quedaron tatuadas en su pequeña alma. Salió de su casa y  al  jugar  en  el  patio  observó  a  muchas  hormigas  que entraban y salían de su cocina con algunas migajas de pan, y él lo miró como desde ese día miraría las cosas. Sintió que lo estaban asaltando, que le robaban el sustento diario y repitió como hipnotizado lo que había escuchado “Muchos mueren, para que otros vivan.”
    Entonces agarró un bote con gas, tiró el líquido sobre las hormigas y les prendió fuego. Se sintió tan bien, tan ayudante de la naturaleza, que pensó que era de los que nacieron para mantener el equilibrio global.

    Iba creciendo y tras de sí dejaba una gran sombra de muerte. Comenzó a matar todo tipo de animales; que mataba pájaros por agujerear los árboles, que perros por comer gatos, que gatos por comer ratones y así iba exterminando todo tipo de criatura que nada más seguía sus instintos.
    Para Carlitos asesinar se había vuelto algo muy normal, y no estaba tranquilo si no le ayudaba a la madre naturaleza a mantener el equilibrio. Ya se creía imprescindible para el mundo. Había matado más insectos que la cantidad de personas que habían muerto en los campos de concentración. En sus cuentas se contaban; 69 perros, 42 gatos, 87 ratones, 56 pájaros. Y al mirar su lista, pensaba que si no hubiera trabajado, el mundo sería un caos.


    Hace no muchos días, al salir de la escuela un carro lo arroyó y Carlitos murió al instante. Me dolió mucho ver como enterraban a mi pequeño hermano, pero a la vez me tranquiliza que haya muerto de tan solo 10 años, porque estoy seguro que de un momento a otro, en un día no muy lejano, se daría cuenta que yo también afectaba el equilibrio y entonces me habría asesinado.