miércoles, 11 de marzo de 2009

El que ríe de último...


Al llegar a casa y al pensar en la situacion que me abraza en estos días, me viene a la mente aquel viejo poema de los cuatro coroneles, y lo unico que se con seguridad de ellos es que el que ríe de ultimo ríe mejor. Por cierto...

La reina tenía
cuatro coroneles:
un coronel blanco,
y un coronel rojo,
y un coronel negro,
y un coronel verde.

El coronel blanco nunca fue a la guerra;
montaba la guardia cuando los banquetes,
cuando los bautizos y cuando las bodas;
usaba uniforme de blancos satenes;
cruzaban su pecho brandeburgos de oro,
y bajo su frente,
que la gran peluca nívea ennoblecía,
sus límpidos ojos azules celeste
brillaban, mostrando los nobles candores
de un adolescente.

El coronel rojo, siempre fue a la guerra
con sus mil jinetes
o llevando antorchas en las cacerías,
con ella pasaba cual visión de fiebre.
Un yelmo de oro
con rojo penacho
cubría sus sienes;
una capa flotante de púrpura
al cuello ceñía con vivos joyeles,
y su estoque ostentaba en el puño
enorme carbúnculo ardiente.

El coronel negro para las tristezas,
los duelos y las
capillas ardientes;
para erguirse cerca de los catafalcos
y a las hondas criptas descender solemne,
prescindiendo mudas filas de alabardas,
tras los ataúdes de infantes y reyes.

Mas cuando la reina dejaba el alcázar,
a furto de todos, recelosa y leve;
cuando por las tardes, en su libro de horas,
minado por dedos de monjes pacientes,
murmuraba rezos tras de los vitrales;
cuando en el reposo de los escabeles
bordaba rubíes sobre los damascos,
mientras la tediosa cauda de los meses
pasaba arrastrando sus mayos floridos,
sus julios quemantes, sus grises diciembres;
cuando en el ensueño sumergía su alma,
silencioso, esquivo, a la guardia siempre
con la mano puesta sobre el fino estoque,
el coronel verde...

El coronel verde llevaba en su pecho
vivo coselete
color de cantárida; fijaba en su reina
ojos de batracio, destilando fiebre;
trémula esmeralda lucía en su dedo,
menos que sus crueles
miradas de ópalo, henchidas de arcanos
y sabiduría, como de serpiente...

Y desde que el orto sus destellos lanza
hasta que en ocaso toda luz se pierde,
quizás como un simbolo, como una esperanza,
¡ iba tras la reina su coronel verde !

A.N.

4 comentarios:

Suny dijo...

Pero esto no aplica a tu situación. Has sido el primero en tomar la delantera...

Ludwing Varela dijo...

JAJAJA!!!! No mi querida suny, leé bien el poema y depues date cuenta que me gustaría reír por ultimo. Solo que para serte franco, creo que se me fue la sonrisa.

Anónimo dijo...

Quien escribio el poema?

Ludwing Varela dijo...

Amado Nervo.