lunes, 1 de septiembre de 2008

Sobre la predestinacion fisica de mis libros



Creo que desde hace cuatro años hasta el día de hoy, han ocurrido algunos sucesos sobre la vida física de mis libros a los que no le había dado la importancia del caso. Pero hoy que acabo de mirar un libro que compre hace tres horas, mojado y con la pasta aparentando algunos años de servicio militar, se me vienen a la memoria esos pequeños sucesos que mis valiosos libros han tenido que soportar para no extraviarse en el limbo de las letras.
La primera vez que uno de mis libros
corrio peligro extremo (una primera edición) fue muy inusual.
El libro descansaba sobre la cama de una amiga, ella se fue de viaje y el
único ser vivo que estaba en su casa era el mejor amigo del hombre. Cuando ella regreso todo estaba normal, nada mas un libro por el suelo, ella lo noto por el estricto orden al que somete su cuarto, al levantarlo y leer algún poema noto que mas de una veintena de paginas estaban mordidas, podría decirse que la cuarta parte de estas estaban perdidas, a lo mejor la portada no sabia a carne para el irrazonable animal del demonio.
En otra
ocasión acababa de comprar un libro de Wilde cuando fui invitado a cenar a la casa de madanme Rebeca. Al llegar pedí un vaso con agua y la joven que me lo brindo, al entregarme el vaso lo dejo caer sin la mas mínima alevosía sobre mi libro nuevo, maldita sea la pobre muchacha. Pensando en la solución mas rápido para secar el libro la señorita Lizeth me dijo que optara por la plancha, alguien mas dijo que mejor usara el micro, yo secunde la segunda noción inmediatamente, pero lo que tiene que pasar, pasa como el tiempo. A los treinta segundo de que el pensamiento del señor Wilde estuviera expuesta a esa calor, la joven regreso corriendo agarrando al libro por una esquina y prendido en fuego, al dejarlo caer me lanze en su auxilio como si se tratara de la vida del mismo autor, pero la suerte estaba echada, el centro del libro había sido quemado por completo y como si las portadas de mis libros tenían pacto con el diablo esta también quedo intacta, ni una seña de que su centro estuviera calcinado.
Luego le
sucedió a Calvino, leía el vizconde de mediado y lo llevaba por la mitad cuando un día lo deje tirado, solo, huerfano bajo la sombra de una mesa de billar, al día siguiente regrese por el , pero ya se había marchado en busca de mejor vida, en busca de alguien que no solo imitara a su parte mala y que no le cortara su lectura para dejarlo votado a la mitad.
Luego el señor
Bradbury sufrió una limpieza innecesaria, alguien dejo una bolsa de azistin abierta sobre el y a lo mejor esta se creyó "critica" y quiso limpiarle los errores que no tenia, otro libro jodido!.
Luego fue
Chocano, despues de ser un libro que se mantenía como nuevo a pesar de tener mas de setenta años fue desecho en mis manos como si sus capítulos fuesen desmontables, Luego el viejo Whitman; un día al traer unos libros que había dejado en casa de mi abuela, encontré mas de setenta hojas de uno tiradas por el suelo, como acabando de caer del árbol de la literatura, de inmediato setenta enojos me aturdieron, definitivamente que ese cuadro era alusivo al titulo del libro, porque las hojas estaban regadas sobre un piso color verde, luego, nuevamente el señor Bradbury sufrió un nuevo ataque, , una maldita gotera lo ataco, a lo mejor el techo se creyó cielo y cada gota creía que el libro las miraba como mana desde su desierto de letras. Y hoy es el señor Goethe quien sufre, al verse envejecido en solo tres horas de vida. A lo mejor en mis vidas pasadas, estuve bajo las ordenes del emperador Chi Huan-ti, el faraón Akhenaton, el obispo de Alejandría Teofilo,el rey árabe Omar, el papa Pablo y mas bibliocidas herejes de la sagrada religión de la literatura. Tal vez el destino me recuerde mis actos pasados en cosas tan pequeñas como estas que mencione, para que así me vea obligado a devolver lo que un día mande al infierno de las letras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dado que a todos los lectores nos ha pasado más de una vez, la maldita suerte de perder un excelente libro, quisiera compartir una experiencia similar, pues aun me arrepiento de aquella tarde en que confiado preste una excelente antología de Borges, condenando al genial escritor sin saberlo a morir por sofocación ya que un inconsciente energúmeno, deshizo la pasta y lo descompagino con la opresión y el constante roce de su axila, pues no se porque demonios lo anduvo cargando de arriba para abajo día tras día bajo la axila…